miércoles, 10 de junio de 2009

Mi Testimonio

Desde pequeña pude experimentar la gracia y el amor de Dios hacia mí. Aunque no nací en un hogar cristiano, Dios proveyó los medios necesarios para tener un encuentro personal con él. Mis padres eran católicos, no muy practicantes que digamos, así que sólo asistíamos a la iglesia en fechas especiales como semana santa, navidad y otras. Nací en Estados Unidos, y viví allá los primeros siete años de mi vida. La interacción con Dios y el ambiente cristiano era practicamente ninguna. No tenía ningún conocimiento de Jesús y de su sacrificio hecho en la cruz por la salvación de la humanidad. Sólo recuerdo cierta ocasión, a la edad de cinco años, que fuimos a Puerto Rico de vacaciones durante semana santa y mis padres me llevaron a ver una procesión. Ver al hombre que llevaba la cruz y ser azotado por los soldados causó una fuerte impresión en mí, tanto así que aún en el presente la imagen continúa viva en mi mente. Dos años después nos mudamos para Puerto Rico. Allí la misercordia de Dios me alcanzó. A la edad de nueve años, unas amigas de la infancia me invitaron a la iglesia. Fue la primera vez que asistía a una iglesia protestante. Todo era nuevo para mí. Por mucho tiempo estuve escuchando la Palabra de Dios, pero no fue hasta los doce años cuando entregué mi corazón a Jesús. A los trece me bauticé. Desde entonces he vivido consagrada a él.
Durante mi juventud trabajé en la obra del Señor en ministerios de jóvenes, escuelas bíblicas de verano, evangelismo, y otros. Fuí creciendo en el conocimiento de la Palabra de Dios, a la par que tenía una lucha espiritual con tentaciones típicas de la juventud. Aún así permanecí firme en sus caminos sin apartarme. Sólo la gracia de Dios me sostenía. A la edad de 17 años decidí estudiar en un colegio universitario bautista para ser misionera. La oposición de mis padres no tardó mucho en llegar. De ninguna manera querían ver mi vida "desperdiciada" en tal "tontería". En contra de la voluntad de mis padres, me fuí siguiendo el llamado que tenía de parte de Dios. No fue nada fácil. Sólo pude estudiar por seis meses. Sufrí muchas privaciones, pero Dios suplió para todas mis necesidades durante ese tiempo. La presión de mis padres y familiares no me permitieron terminar mis estudios. Regresé a mi hogar con la esperanza de volver. Estuve trabajando como cajera en una farmacia por siete meses hasta que Dios abrió las puertas para que pudiera volver a estudiar. Sólo pude estar por dos años. A sólo un año y medio de culminar los estudios, mis padres se divorciaron y mi madre cayó en una fuerte depresión. Mi madre me necesitaba, así que por segunda vez, me iba del colegio para regresar a mi hogar. Pero aún en la adversidad, Dios tenía una gran bendición para mí.
Sin terminar mi preparación académica, recibí una oferta de trabajo en una escuela cristiana muy cerca de mi casa. Como maestra de nivel elemental, enseñaba todas las clases. Pero lo glorioso de este trabajo era tener la oportunidad de enseñar la Palabra de Dios. La filosofía educativa de dicho colegio se basaba en la Biblia. Así que la primera materia del día era la clase de Biblia. ¡Cuán grande es Dios! Tenía la libertad de anunciar las buenas nuevas de salvación por medio de Jesucristo y de hablar de las maravillas de Dios. Mientras trabajaba, pude culminar mi bachillerato en educación en una universidad cercana. Hoy día, más que un trabajo, es mi ministerio. Dios ya había trazado este plan maravilloso para mí. El ser misionera era mi deseo más anhelado, pero Satanás trató por todos los medios de tronchar mis sueños. Aunque no me encuentre en un campo misionero en Africa, o en la selva del Amazonas, o en algún otro lugar remoto, Dios cumplió su propósito en mí al brindarme cada año un grupo de niños donde sembrar su Palabra.
  • "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." Romanos 8:28
  • "Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios." Romanos 11:29
  • "Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo." Filipenses 1:6
  • "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él." Proverbios 22:6
  • "...y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra." Hechos 1:8b

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