sábado, 14 de agosto de 2010

"El justo por la fe vivirá"

"Fui un monje piadoso, y seguía las reglas de mi orden más estrictamente de lo que puedo expresar. Si alguna vez un monje pudiese obtener el cielo por sus obras monásticas, ciertamente yo habría tenido el título para ello. Pero, si hubiera seguido así por más tiempo, me habría mortificado hasta morir."

Sin embargo, a pesar de sus obras y mortificaciones, el monje nunca sentía la aceptación de Dios, nunca creía que era suficientemente bueno para ser salvo. Su desesperación personal era tan grande que lo estaba destruyendo física y mentalmente, por cuanto, al creer en la realidad de la ira de Dios, él temía la perspectiva de tener que afrontarla.

Después de todo, ¿quién no habría estado en esa condición?

Entonces, un día, en su estudio de la Biblia, saltó a su conciencia un texto que cambió no solo su vida, sino también la historia del mundo: "El justo por la fe vivirá." (Romanos 1:17) Sus ojos se habían abierto: su aceptación de Dios no se basaba en sus obras, ni en sus mortificaciones corporales, ni en sus actos, sino en los méritos de Cristo. Nunca más estaría abierto a los engaños de una teología que ponía la esperanza de salvación en otra cosa que no fuera la justicia de Cristo dada al creyente solamente por medio de la fe.

El monje, por supuesto, era Martín Lutero, a quien Dios usó para iniciar la revolución religiosa más grande de la historia cristiana: La Reforma Protestante.

Para Lutero, todo comenzó en el libro de Romanos. No sorprende que esta revuelta protestante contra Roma comenzara en Romanos (suficientemente irónico), porque este libro ha desempeñado un papel clave en la historia del pensamiento cristiano. Todos los movimientos del cristianismo para volver al evangelio puro y al tema de la "justificación por la fe" han hallado su punto de partida en la Epístola de Pablo a los Romanos. La epístola contiene una presentación teológica completa del evangelio y de la esperanza que este presenta a la humanidad caída.

Esta luz del libro de Romanos dispersó la oscuridad que había envuelto a Lutero y a millones de otros, luz que les reveló no solo la gran verdad de que Cristo perdona a los pecadores, sino también que Cristo tiene poder para limpiarnos del pecado.

Por eso en este día yo te presento a Cristo, nuestro Señor y Salvador. Sólo El es el camino al Padre; sólo através de Jesucristo tenemos perdón de pecados. Sólo su preciosa sangre derramada en la cruz del calvario nos limpia de toda maldad y nos da acceso al trono de la gracia. "Por que por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." (Efesios 2:8-9) "Justificados, pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien tenemos también entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes..." (Romanos 5:1-2)

¿Quieres hoy recibir en tu corazón a Cristo como tu Salvador personal? Cristo te dice: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono." (Apocalipsis 3:20-21)

"He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación."

¡Dios te bendiga y te guarde!

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